Luis estaba casado con Dora Badilla y tenían seis hijos, la más chiquita de dos meses al momento de su desaparición. Eran de Chile y llegaron a la Argentina en enero de 1959 en busca de un mejor porvenir. El 17 de octubre de ese mismo año Luis consiguió trabajo en la fábrica SAIAR. El trabajo le permitió terminar la secundaria en un colegio de Avellaneda y comenzar a estudiar en la Facultad de Artes y Ciencias Musicales de la Universidad Católica. Además de trabajar en la fábrica, Luis componía y enseñaba música clásica, dirigía el coro del colegio Perpetuo Socorro de Quilmes y estaba estudiando relojería.
En 1976, luego de 17 años de trabajo, la fábrica decide despedirlo pero no llegan a un acuerdo sobre el monto de la indemnización. En el marco de esa discusión, Martínez Reviere, gerente general de la fábrica, lo intima a renunciar y lo amenaza con “desaparecerlo”.
Luis enferma y pide médico a domicilio, pero se lo niegan y lo citan a cobrar la indemnización correspondiente.
El 29 de noviembre Luis se presenta y ya nunca más vuelve. Ese mismo día, más tarde, también es secuestrado Héctor Pérez, de 19 años, también trabajador de la SAIAR. Ambos, Jaramillo y Pérez fueron vistos en el Pozo de Banfield según los testimonios de Nilda Eloy Martínez y Horacio Matozzo, ex detenidos que atestiguaron en los juicios por la verdad contra el represor Miguel Etchecolatz.
El actual Intendente de Quilmes Francisco Gutiérrez, ex trabajador de SAIAR, también testimonió en el juicio y responsabilizó a la fábrica por el secuestro de los 14 obreros de la fábrica detenidos-desaparecidos de su planta. Los testimonios permitieron probar que al menos uno de los secuestradores de Jaramillo había estado reunido con Martínez Riviere unos días antes de su secuestro.
En octubre de 1990 el Equipo de Antropología Forense localizo los restos de Luis en una fosa común en el cementerio de Avellaneda junto a otros 300 NN. El 16 de marzo de 1991, ya identificado, la familia pudo darte sepultura en el Cementerio de Ezpeleta.
Hoy su familia vive en Berazategui. Su hija menor, Ana, aquella bebé de dos meses que no conoció a su padre, cumplirá 36 años este año. Cuando Ana tenía cinco años, en una de las tantas consultas psicológicas que tendría a lo largo de su vida, realizó un dibujo de su familia en el que había un padre sin rostro: "Uno se hace una imagen de la persona por comentarios de los demás. Yo me formé una imagen de mi padre como un tipo bueno, solidario, con la familia y con los compañeros de trabajo. Un hombre que buscaba el bienestar para su familia" -dice Ana-. "Yo por no haberlo conocido lo padezco de otra manera, lo único que sé es que no lo tengo, no lo conocí ni lo voy a conocer. La falta sigue siendo falta, te falta una caricia, una palabra, un abrazo. El apoyo y el consejo de un padre".
Cada 24 de marzo, Dora y sus hijos participan junto a familiares y amigos del acto homenaje a los desaparecidos de la ex fábrica SAIAR, y el dibujito que hiciera Ana a los 5 años se convirtió en la tapa de “Basta de amnistía. Hijos de desaparecidos”, el libro del Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos.
Crónica tomada de “LA HOJA”
Boletín mensual de información para las vecinas y los vecinos de Quilmes
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Colaboración: Verónica Barrionuevo.