lunes, 16 de septiembre de 2019

HUDSON, ROSAS Y "LA GRIETA" EN EL SIGLO XIX (COLABORACIÓN)


El 18 de agosto, miembros de la Asociación de Amigos del Museo Hudson, del Rotary E. Club del Conurbano y la Agrupación de Scouts, recordaron al notable quilmeño en un nuevo aniversario de su fallecimiento.
Por Prof. María Rosa Mariani 
Frente a su busto en la Plaza del Bicentenario se depositaron ofrendas florales y se plantó un Tarumá, “el árbol” del Capítulo I de la centenaria autobiografía: “Allá Lejos y Hace Tiempo” para recuperar el legado de un adelantado a su tiempo. El que ya a fines del Siglo XIX alertaba sobre la acción devastadora del hombre sobre el mundo natural, convirtiéndose en el primer ambientalista y el que abrazó con fervor la defensa de los seres vivos, alertando sobre el riesgo de desaparición del gorrión en Londres por efecto de la polución. Una predicción cumplida para una ciudad que recuperó el canto del gorrión recién hace unos pocos años. Con un concepto apropiado para cada momento, su palabra cobra cada día mayor vigencia.

 En una fecha coincidente con el Día del Niño, se recuperaron sus recuerdos de la infancia en Chascomús, al comentar los dichos en los que el naturalista se convierte en el más acabado retratista de la “brecha” de su tiempo. Con pasajes ligeramente adaptados de Allá Lejos y Hace Tiempo, se evocó al notable quilmeño que desde los retratos de la sala, integra y concilia a los actores de una grieta con historia en nuestro país.
“Era una casa imponente, un verdadero palacio a los ojos del niño, con cientos y cientos de plantas, habitaciones tan cómodas. Tenía una gran sala, muy bien decorada, donde se perdían las risas de los chicos mientras corrían bajo la misteriosa mirada señora del cuadro, que con sus negros ojos parecía estar controlando cada uno de sus pasos. Una hermosa mujer, la esposa del jefe supremo del país, Rosas, Doña Encarnación, lucía en la pared que su papá había elegido para traer a los personajes más famosos de la República, a ese, su pequeño mundo.
Cerca de Doña Encarnación, colgaba el retrato del ministro de guerra, que no era en colores, ni tenía atractivo alguno en su rostro. Pero era un honor que un vecino tuviera semejante cargo. Tenía una estancia en Chascomús, al este de su casa.
Del lado opuesto, la imagen del capitán general Urquiza, provocaba nuestro rechazo. Había sido durante años la mano derecha de don Juan Manuel. Se decía que lo había apoyado en el norte, pasando a degüello a cientos de sus enemigos, pero estaba conspirando en su contra con la con la ayuda del ejército brasileño. A sus ojos de niño, un traidor.
Pero el gran lugar de la sala, el puesto de honor sobre la chimenea, lo ocupaba un retrato en colores del gran personaje, Rosas. Un hombre de rostro de rasgos regulares y fino perfil, con pelo tan claro, casi rubio, y ojos tan azules, que parecía un Inglés, rodeado de banderas, cañones y ramas de olivo. Daba miedo mirarlo. En casa decían que Rosas era el hombre más grande de la República, y que podía decidir sobre la vida y la propiedad de todos los ciudadanos. Que podía ser terrible con aquellos que desafiaban su autoridad, por eso sus enemigos (que los tenía y muchos), lo llamaban el “Tirano”, el “Dictador”, o el “Nerón de Sudamérica”. Aunque su padre le tenía un gran respeto, confiesa que posturas tan opuestas lo confundían, y que llegó a creer que todos los crímenes cometidos, toda la sangre derramada por Rosas durante casi un cuarto de siglo, no podía ser medida con la misma vara que los crímenes cometidos por un ciudadano común. Que todo era por el bien del país.
De adulto, y lejos del país, lo vio como el más grande de los alcanzaron el poder en un continente de jóvenes repúblicas sacudidas por constantes conflictos internos y revoluciones. Durante los más de veinte años que duró su poderío, don Juan Manuel demostró ser uno de caudillos y dictadores más sanguinarios, pero uno de los más originales que tuvo América. Con su caída y el fin de su dictadura, terminó el tiempo de paz y prosperidad en la provincia y comenzó para la República un largo período con revoluciones, sangre y anarquía”. 
Mg. María Rosa Mariani – E Club Conurbano

sábado, 14 de septiembre de 2019

ELISABETTA GENNARI DE ROCCA, PIONERA DEL PSICOANÁLISIS EN QUILMES, SU PARTIDA.


El Centro de Estudios Psicoanalíticos de Quilmes, una institución orientada a la forma­ción profesional de psicoanalistas en la ciudad.
Las mujeres en Quilmes, no solo descollaron en el ámbito educativo y artístico cultural, también tuvieron una frondosa participación profesional en todas las ramas de las ciencias en general. En la medicina, algunas de ellas, fueron: las doctoras Ruth Lauers, Romilda Bragio, Catalina M. Amato, Ana María Coppola, Élida Bancanera, Elisa Mazzora, Mabel Ruiz de Galarreta, María Luisa Scheffer, María Josefina Senna, Graciela Sacchiero de Scabuzzo, María Julia Tarquini de Brizzio, Dora Stoyanchaqui, Norma Varela de Sackewitz, Teresa Zaro de Caldas, Lidia Zarza Villa de Diez, Eda Damiani de Poli y Elisabetta Gennari de Rocca.

La Dra. Elisabetta Gennari de Rocca adquirió relieve profesional en el ámbito de la psicología. Egresó de la Facultad de Medicina de la UBA en 1965 y en 1980 se graduó en el campo psicoanalítico. Además de médica y psiquiatra, fue psicoanalista y psicoanalista didáctica y llegó obtener un nutrido currículum que incluye su paso como paciente del doctor Celes Ernesto Cárcamo, [1] el primer psicoanalista del país, y fundador de la Fundación Psicoanalíti­ca Argentina.
Dr. Celes Ernesto Cárcamo
 Cuando se recibió, decidió junto a su esposo el psiquiatra y psicoanalista Roberto Rocca, traer esa disciplina a Quilmes, en momentos en que tenía su epicen­tro en la ciudad de Buenos Aires.
El 3 de octubre de 1994, nació el Centro de Estudios Psicoanalíticos de Quilmes con sede en Sarmiento 566. Fue la primera institución de la zona destinada a la formación de profesionales en esa discipli­na.
Y no fue fácil. Al principio todos desconfiaban de esa técnica: “que no usaba medicación, y que proponía que la gente se sentara en un diván y empezara a hablar para ir al fondo de sus problemas” […] “Inicialmente nos derivaban los casos más extremos, todos aquellos que los psiquiatras y los médicos daban como imposible de solución”; recordaba en una entrevista que le hiciera el 5 de marzo de 2004 el periódico Perspectiva Sur, “pero quiso la suerte, y el entusiasmo que me impulsaba, porque en ese entonces tenía mucha menos experiencia que ahora, que los pacientes salieran adelante. Enton­ces empezaron a mirarnos de otra mane­ra”.
Elizabetta, con la amplitud de sus conocimientos y su pasión para ponerlos en práctica, fue el alma y del Centro. A lo largo de los primeros años de traba­jo fue recibiendo pacientes de la zona, y también de los distritos que componen este gransurbonaerense, “e incluso algunos de la zona norte, como San Isidro”, y fue necesario incorporar nuevos miembros al equipo de trabajo.
El 3 de octubre de l998, respondiendo a una propuesta de las autoridades de Asociación Psicoanalítica Argentina, un grupo de ocho egresados del Centro de Estudios Psicoanalíticos de Quilmes, liderados por Elisabetta y otros miembros de APA, que estaban colaborando en las actividades del Centro; fundaron el Centro Psicoanalítico “Dr. Celes Ernesto Cárcamo”, filial de dicha la Asociación. Una institución que desde entonces realizó, en la zona, parte de los seminarios y las supervisiones del Instituto de Psicoanálisis. El Centro de Estudios Psicoanalíticos de Quilmes es también sede del “Centro Dr. C. E. Cárcamo”.


EN CRECIMIENTO CONSTANTE
“Somos en Quilmes un lugar donde pueden formarse psicoanalistas, sin necesi­dad de tener que viajar hasta Buenos Ai­res”.
Con el tiempo, los egresados de los cursos fueron incorporándose a las acti­vidades del Centro de Estudios Psicoanalíticos de Quilmes y las actividades se fueron diversificando. Se realizaron ci­clos de conferencias y cursos de profundización acerca de diversos temas y autores, ateneos clínicos mensuales y grupos de su­pervisión.
 Elisabetta nació en Turín, Italia. Hija de Carlos Lino Gennari, nacido en Occhiobello, el Veneto, y de Giustina Piombo, genovesa. Llegó con sus padres a la Argentina y a Quilmes contando 10 años e hizo los estudios primarios en la Escuela Primaria N° 9 “Dalmacio Vélez Sarfield” (Moreno 932), del que eran vecinos, habitaban una propiedad en 25 de Mayo y Moreno. Sus padres convencidos de la preeminencia de la educación para la realización individual promovieron el estudio, tanto en ella como en su hermano Juan María.  
En el mes de abril pasado, la Dra. Elisabetta Gennari, falleció tras una penosa enfermedad.
Era una mujer entusiasta, positiva, de espíritu noble, leal compañera de su esposo el Dr. Roca y de sus dos hijos y cuatro nietos: Enrique (1969) casado con Natalia Mattera, padres de Tiziana y Carlos Javier (1976), casado con María Laura Echauri, padres de Clara, Lucía y Mariana.
Cierro esta reseña de una vida dedicada a la salud mental con uno de sus pensamientos: “La tarea del psicoanalista implica una lucha lúcida contra el eterno atractivo demoníaco de la omnipotencia y un cuestionamiento atento que nos permita acceder más plenamente a la práctica eficaz de nuestra estimulante “profesión imposible», como la calificara Freud, tal vez para advertirnos de las dificultades que habrá de encontrar quien desee ejercerla.”
Investigación y compilación Prof. Chalo Agnelli
FUENTES
Agnelli, Chalo. “Migraciones – Cuatro familias para una historia social” (2006) Ed. Jarmat. Bernal
Perspectiva Sur. Viernes 5/3/2004


NOTA

[1] (La Plata, 1903 - Buenos Aires, 1990) Pionero del psicoanálisis en la Argentina, fundador de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Procedente de una familia vinculada por siete generaciones con las Ciencias Médicas, se doctoró en Medicina en 1930. En los comienzos de su práctica se orientó hacia la Clínica Médica, en la cátedra del Profesor Mariano Castex, en el Hospital de Clínicas de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. Hombre de una vasta cultura humanística, interesado en la filosofía y la historia, incursionó también en la homeopatía, atraído por una disciplina que buscaba comprender al hombre en su totalidad.