sábado, 1 de agosto de 2009

ANIVERSARIOS HUDSONIANOS (1/8/2009)


Compilación, investigación y entrevistas 
Chalo Agnelli

Guillermo Enrique Hudson nació el 4 de agosto de 1841, en el Partido de Quilmes, fue el cuarto hijo de este matrimonio de pioneros y sería el único que se marcharía de su tierra natal, pero mejor que ninguno se la llevó con él y la conservó hasta el día de su muerte. Devolviéndola en sus 24 libros. Fue bautizado en la Iglesia Metodista Americana de Buenos Aires. En 1846, con sus padres, imbuidos de progreso, se marcharon más al sur, donde arrendaron una propiedad “Las Acacias” y establecieron una pulpería.
Aunque contrario a lo que afirmó Jorge Casares, hudsoniano ilustre, propietario de la colección hudsoniana mayor de la Argentina, que luego donó a la Ornitológica del Plata de Buenos Aires - donde están las obras completas de Hudson en inglés, institución que al fundarse contó a Hudson como miembro honorario, aunque ya vivía en Inglaterra -, el Prof. Juan Carlos Lombán dedujo y luego comprobó que Las Acacias no estaba en Chascomús. Las causas que se oponen a la ubicación de dicha estancia en Chascomús, según la opinión de Casares,. son varias, como explicó el Prof. Lombán en una nota de la Prensa en abril de 1975, “El enigma de las Acacias”, por ejemplo: 1) era imposible que desde Chascomús se hubiera escuchado las detonaciones de los cañones de la batalla de Caseros, como Hudson menciona en “Allá lejos y hace tiempo”, esto el Prof. Lombán lo consultó con militares técnicos en balística; era imposible que con los cañones de 1852, de modo que Las Acacias debía estar mucho más cerca de Caseros, unos 40 kilómetros más cerca; 2) lo que Hudson describe del lugar donde se hallaba dicha estancia no coincide con lo que era la laguna Vitel; 3) es extraño que siendo tan atento al paisaje y su entorno geográfico no haya mencionada nunca esa extensa laguna o alguna de las otras siete que forman el sistema lacustre de Las Encadenadas, para él hubiera sido un paraíso vivir junto a esa laguna, sin embargo, no aporta anécdotas o descripciones al respecto, que si se hubiera vivido allí durante diez años hubieran sido abundantes; 3) cuando dice “En una fría y brillante mañana de junio...” parten hacia Las Acacias, viaje, que si bien resulta muy dificultoso, de ser el destino final Chascomús hubieran tardado unas cinco horas más que lo mencionado en el libro; 4) cierta descripción de paisaje no coincide para nada con el lugar tradicional que se conoce en Chascomús. Cuando Hudson vivó allí diez años ese territorio pertenecía al Partido de la Ensenada. 
Esta argumentación tomó estado público por el artículo que el Prof. Lombán publicó en la Prensa y luego en la segunda edición de su libro Guillermo Enrique Hudson o el legado inmerecido”. 
En 1972, el Prof. Lombán dio un charla en el Rotary de Chascomús, dos o tres meses después un abogado Amestoy, que conocía mucho de cartografía pues había hecho el servicio militar en el Instituto Geográfico Militar, y un apicultor que trabajaba en el correo de Chascomús, le pidieron que los orientara en la búsqueda de la estancia de los Hudson. Finalmente Las Acacias, después de dos años de búsqueda, fue hallada por dichos rotarios. Estaba en el kilómetro 74 y fracción de la ruta 2 donde había una estación de servicio YPF, a la derecha, exactamente, al oeste dirigiéndose hacia el sur, pasando ese sitio a unos 100 o 200 metros hay un angosto camino vecinal que hay que tomar hacia la derecha y allí cerca a la derecha estaba Las Acacias, en el actual partido de Brandsen. Allí se hizo el loteo que bautizaron Chacras de Hudson, nombre que recibió previa consulta, por indicación del Sr. Moncau, al Prof. Lombán. Cuando se inauguró ese loteo en el 2001, Juan C. Lombán concurrió con Violeta Sinya, la sobrina de Hudson. [1] 
Pero volviendo a la biografía, diez años después, los Hudson regresan a “Los veinticinco ombúes”. Allí en 1859, muere Carolina, Guillermo tenía 18 años y en 1868, muere Daniel, “Hombre sencillo y sereno”. Después de esta pérdida Guillermo emprende un periplo de búsqueda y cruza a La Banda Oriental del Uruguay. Entre 1870 y 1871, viaja a La Patagonia. Y el 1° de abril de 1874, parte a Inglaterra de donde no volverá. Allí traza toda su obra y hace amistad con otro escocés enamorado de la Argentina, Roberto Cunninghame Graham. [2] 
Refiere el Dr. Fernando Pozo: “Vivía en el presente del pasado. Era sincero, leal, modesto y recatado. También sabía ser altivo y sus arraigadas convicciones las sostenía con toda valentía. Independiente y original, no es extraño que los que le conocieron en su edad madura dijeran que fue la suya la figura que más les había llamado la atención. Vivió más preocupado de la naturaleza que de la literatura y era demasiado artista para ser un naturalista científico... Su prosa es límpida, sencilla e íntima.[3] Y Jorge L. Borges concluyente agrega: “Hudson refiere que muchas veces en a vida emprendió el estudio de la metafísica, pero que siempre lo interrumpió la felicidad.”[4] 
En Inglaterra, precisamente en su casa de Tower House, Londres, murió Guillermo Enrique Hudson y fue sepultado junto a su esposa Emily Wingrave en el Broadwater Cementery de Worthing.
Fue una de sus hermanas más queridas, María Elena, “Mary Ellen”, abuela de Violeta G. Shinya sobrina nieta del nuestro escritor naturista, panteísta. Violeta, hija de Yoshio Shinya, japonés, fue traductora de la obra y apologista [5] de su antecesor y protectora del Museo Hudson en Florencio Varela, falleció el 3 de agosto del 2003, a los 93 años.
Los Hudson-Kimble, no dejaron nada material en la zona, pero en Guillermo Enrique dejaron un acervo cultural imperecedero, para recuperar nuestra identidad cuando los imponderables de la historia distorsionen la imagen personal de una nacionalidad fundada en el híbrido. Recuperar después de cada coyuntura nuestra cultura, recrearla incesantemente y fundamentar desde ella la educación es un aporte que podemos recoger de aquellos inmigrantes.
Guillermo Enrique Hudson en su obra literaria nos impulsa a reconocernos en la tierra que sobre la que transitamos la vida y a asumirla con vehemencia. Y no decimos “donde nacimos” porque esta tierra argentina, tan malversadas, sin embargo, por sus nativos, fue amada por tantos de estos inmigrantes, escoceses, irlandeses y aún estadounidenses, a los que el común de la gente englobaba con “los ingleses”, al punto que hicieron de ella su vida y hogar para sus descendientes. [6] Afirma Ezequiel Martínez Estrada: “No hay posibilidad de confundir las emociones de Hudson con las de ningún artista de cualesquiera tiempo y país, Hudson en nuestro, de aquí, un producto genuino del suelo y de las costumbres argentinas o sudamericanas”.[7] 
Tomado del libro "Migraciones - cuatro colectividades quilmeñas -
cinco familias para una historia social" 2006 de Chalo Agnelli


NOTAS
[1] Información obtenida en la bibliografía mencionada y ratificada por una extensa charla telefónica con el profesor Lombán el 7 de junio de 2006. 
[2] Ver “El escocés errante”, Jurado, Alicia. EMECE. 2001 
[3] Ob. Cit. ant. 
[4] Borges, José Luis. “Nota sobre “La tierra púrpura”. En “Páginas Escogidas”. Ob. Cit. ant. 
[5] Shinya, Violeta G. “Guillermo Enrique Hudson. Hijo dilecto de Quilmes” Serie medallones biográficos N° 7. Carlos G. Maier. Municipalidad de Quilmes Biblioteca P. D. F. Sarmiento. 9/9/66. Quilmes. 
[6] Ver aparte Obras de Guillermo Enrique Hudson y fotografías. 
[7] Martínez estrada, Ezequiel. “Estética y filosofía de Hudson”. En Páginas Escogidas”. Ob. Cit. ant.

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