Allá lejos y hace tiempo es un libro
autobiográfico del primer escritor y naturalista de todo el ‘gransudbonaerense’ nacido el 4 de junio
de 1841, en el partido de Quilmes en la estanzuela “Los Veinticinco Ombúes” en lo que hoy es el partido de Florencio
Varela.
Guillermo Enrique Hudson tenía 77 años cuando
escribió estas memorias del pasado más
significativo de su vida, su pasión por la tierra donde nació, se crió,
transcurrió la niñez, la adolescencia y la primera juventud (momentos en que se
imprime la personalidad)
El libro se editó en el año 1918, hace 100 años, en idioma inglés, porque era la lengua del país donde vivía, pero lo pensó en castellano, si no lo hacía así ninguna editorial lo hubiera publicado y no hubiese llegado lector británico, del país que había adoptado desde que dejó su tierra natal el 1 de abril de 1874.
El libro se editó en el año 1918, hace 100 años, en idioma inglés, porque era la lengua del país donde vivía, pero lo pensó en castellano, si no lo hacía así ninguna editorial lo hubiera publicado y no hubiese llegado lector británico, del país que había adoptado desde que dejó su tierra natal el 1 de abril de 1874.
“No tuve
nunca la intención de hacer una autobiografía. Desde que empecé a escribir, en
mi madurez, he relatado de tiempo en tiempo algunos incidentes de la infancia,
contenidos en varios capítulos de ‘El naturalista del Plata’, de ‘Pájaros y
hombres’, de ‘Aventuras entre los pájaros’ y de otras obras, así como también
en artículos de revistas. Tal material lo habría conservado si me hubiera propuesto
a hacer un libro como este…”
(G.E.H.)
Veinte años después, el Dr. Fernando Pozzo, también apasionado por esta tierra donde transcurrió su vida, tradujo con su esposa Celia Rodríguez Compmartín “Allá lejos y hace tiempo”. Para esa primera edición en castellano también Pozzo escribió el prólogo que aquí transcribimos:
Cuando decidí traducir ‘Far away and long ago’, resolví hacerlo de modo que
la versión castellana conservara la mayor fidelidad, dándole todo el carácter
argentino que Hudson le quiso imprimir, ya que, aunque lo escribió en inglés,
estoy seguro que lo pensó en nuestro idioma.
He creído que esa obra,
aparte de su belleza, que lo ha hecho un clásico de la literatura inglesa,
tiene un valor documental folklórico para la
historia de nuestra campaña, en la época en que Hudson la
vivió y recorrió, grabándose en su mente, hombres, animales, plantas, flores, sucesos
y otros datos que “vio con sus propios ojos''.
Me he esmerado en hacer este
trabajo lo mejor posible, y no he reparado en molestar amigos, que me han
podido ayudar y aconsejar en distintas especialidades. Me es grato recordarles y
agradecerles su colaboración.
Son ellos los señores Edwin French, Jorge Casares, Eric Paterson,
Heriberto Jordán, Adolfo Vásquez Gomes, así como también a mi esposa Celia Rodríguez,
con quien leímos y releímos muchas veces los largos
capítulos, buscando una palabra, una frase feliz que diera a la traducción la
suavidad de nuestro idioma. También al señor Justo P.
Sáenz (h.), con quien hemos hecho la última lectura, para controlar las vernáculas,
que él conoce tan bien, dentro del ambiento de nuestros
campos.
Y no he de terminar estas pocas líneas sin recordar la cooperación de la
Municipalidad de Quilmes, ante cuyas autoridades me
presenté en 1935, solicitando ayuda, para que este
libro constituyera un homenaje del lugar del nacimiento del gran escritor. El Concejo Deliberante y el Intendente actual han contribuido en toda forma a estimularme, siendo mi idea, no solamente
aceptada, sino también oficializada.
Todo
mi esfuerzo se vería ampliamente compensado, si este libro llegara algún
día a ser leído por todos los jóvenes argentinos, que mucho beneficio podrían
obtener de él, especialmente, si se contagiaran del amor a la naturaleza que
distinguió a Guillermo E. Hudson.
18 de
octubre de 1938
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