jueves, 4 de julio de 2019

"QUILMES CAPITAL DE LA PROVINCIA" (IX) CAP. IX y X


Quilmes, Capital futura de la Provincia” de Luis V. Varela (1881), dividido en 10 notas consecutivas. La primera es una transcripción del libro “Quilmes a través de los años” del Dr. Craviotto. Las dos siguientes, corresponden a “los antecedentes”, la biografía de Luis V. Varela, seguidas por 6 que presentan los 12 capítulos, la última con la carta sobre la vegetación y la higiene del Dr. Carlos D. Spegazzini y el plano y estudio del terreno por don José Benites. A continuación se desarrolla la QUINTA PARTE con los CAPÍTULOS IX y X (Chalo Agnelli)


- IX -
La actitud asumida por el Gobierno de la Provincia; sus medidas referentes á la nueva Capital, el número y la condición de las obras públicas para ella proyectadas ó mandadas estudiar, la atención preferente prestada por el Poder Ejecutivo á esta cuestión, desde los primeros días de su inauguración, todo, todo, en una palabra, nos autoriza á creer que quiere hacerse de la futura Capital, una gran ciudad. En ese sentido hemos venido estudiando las condiciones que deben servirle de base.
Creemos habernos detenido suficientemente, sobre al­gunas de esas condiciones que llamaremos esenciales; pero hay otras que, aunque parezcan de detalle, tienen grave importancia en este asunto.
Si se elije, como pensamos que sucederá, un punto que no sea hoy una ciudad construida, sino solo rudimentos de una gran ciudad, tendrá que tenerse muyen cuenta la manera como la tierra esté distribuida en el punto elejido (sic)
Dos cuestiones graves, envuelve para nosotros, este detalle de la  distribución de la tierra. La primera se refiere á la manera como esté subdividida la propiedad privada, en toda la estensión (sic) del partido, y principalmente en los alrededores del punto que se elija para asiento mediato de las autoridades. La segunda como lo este, la misma Capital designada.
Tratemos estas dos cuestiones separadamente. Partidarios decididos de QUILMES, para futura Capital, no nos obstinamos en que la plaza del pueblo conocido con ese nombre, sea el centro preciso de la nueva ciudad.
Desde Bernal hasta Punta de Lara, hay una zona de terreno alto, permeable, higiénico, que puede ser materia de estudios serios y complexos (sic), para adoptarse como base de la gran Capital á construirse.
Pero, si se tomase la actual población de QUILMES co­mo esa base, sería muy digno de notar que, ese pueblo que recuerda la primera reducción de una tribu indigna, que señala la primera cruz cristiana clavada en lo alto de una colina, para amparar con sus brazos estendidos (sic) la civilización de la tierra conquistada, es también, tal vez la única en la Provincia de Buenos Aires, que ha realizado instintivamente todas las aspiraciones de la higiene (sci), de la comodidad y de la belleza en las poblaciones modernas.
Quilmes tiene calles de diez y ocho varas de ancho, sin árboles, ni edificios de alturas eminentes, que pro­duzcan sombra ó impidan la circulación del aire ó in­tercepten los rayos solares.
San Fernando presentaba, hace pocos días, como uno de sus títulos prominentes, el ancho de sus calles de once varas. ¿Qué diremos de esas calles de QUILMES, que de­jan DIEZ Y OCHO varas, para que circulen la luz y el aire, indispensables en las grandes poblaciones, porque produ­cen la vida, el calor, y los colores?
La vejetacion (sic), que se produce allí con lujuriosa exu­berancia completa las ventajas que ofrecen esas calles dilatadas; de manera que, ese centinela altísimo de la tierra argentina, que mira constantemente al rio inmediato y al mar lejano, como el atalaya celoso, ofrece tam­bién dentro de sus límites poblados, todas las ventajas de las ciudades, que se preocupan de establecer el con­fortable para sus habitantes, entregados á la molicie y á la holganza.
Combinaciones imprevistas, hicieron que primero se construyeran las líneas férreas que ligarán al Norte, el Oeste, y el Sud, por la vía de este nombre, con la ciudad de Buenos Aires. QUILMES había quedado olvidado, co­mo si el espíritu del progreso moderno hubiese querido realizar en ella la promesa del Evangelio: LOS ÚLTIMOS SERÁN LOS PRIMEROS.
Y así ha sido, en verdad. Cuando el ferro carril dé la Boca y Ensenada llegó á sus puertas, con todas las inconveniencias que una línea mal atendida produce, Quilmes sintió un estremecimiento nervioso, que, como esos movimientos violentos que la reacción del marasmo producen, la impulsó al progreso.
Todo se transformó y el pueblo de las tradiciones legendarias de la conquista india, sintió el álito (sic) del pro­greso penetrar y dilatarse por sus venas.
Las viejas familias de la aristocracia porteña, que daban el tono á la sociabilidad argentina, que tuvieron allí sus dioses lares en las épocas primitivas, volvieron á postrarse ante los altares de sus creencias tradicionales; el pueblo de QUILMES, que nacía á la vida de la civi­lización, con el ferrocarril y el telégrafo por agentes de su progreso, reconstruyó sus edificios, renovó su templo y organizó todas las comodidades de su vida urbana, como si presintiera sus destinos futuros.
Hoy QUILMES no es una gran población. Seis ó siete mil almas se agitan allí permanentemente, doblándose su cifra en las estaciones del verano y de la primavera, pero, en cambio, su distribución como centro poblado, sus bases como ciudad, puede afirmarse que responden á las más exageradas exigencias de las ciudades, moder­nas.
Su defecto único, para nosotros, es lo que otros reco­nocen como una ventaja. Sus calles, perfectamente rectas, están metódica y simétricamente cortadas, de manera que QUILMES con­serva el tipo de las ciudades españolas, cuyo plano es siempre un damero.
Si de la distribución de la tierra urbana, en QUILMES, pasamos á la distribución de la tierra en todo el partido de ese nombre, entonces comprenderemos que QUILMES tiene sobre muchos puntos de la Provincia, hasta esa otra ventaja.
La futura Capital no puede situarse sobre tierras que tengan uno, dos ó tres propietarios esclusivos (sic) Coloquemos la nueva ciudad en una gran zona, bastante para producir un condado, que pertenezca á un solo propietario, y habremos establecido la esplotación (sic) como base del progreso posible de la Capital de la Pro­vincia. El feudalismo no ha muerto del todo. El pechero existe todavía en el arrendatario del gran señor.
Buenos Aires no puede hacer su Capital, tributaria de los intereses de uno ó de algunos particulares. La manera de fomentar el desarrollo de la futura Capital es hacer que tengan interés en su engrandecimiento el mayor número de individuos posibles. Si se entrega la tierra á la esplotación (sic) de unos pocos, es seguro que el atraso será la consecuencia de esa es­plotacion (sic) Hay problemas agrarios que no los resuelven ni las combinaciones de los hombres ni la implacable (sic) mano de los siglos.
La Irlanda feniana (nacionalistas irlandeses que se oponían al dominio británico sobre Irlanda, ver bibliografía), la Irlanda que gime, pidiendo á la tierra su alimento, en ese pan ya elaborado por el cielo, que llamamos la papa, lucha disputando á los se­ñores del suelo, la área que produce el producto que ella fecunda coa su sudor y con su sangre; y cuando, en medio del horror de la matanza, se eleva un himno de HOSSANNA, es para Parmantier (Antoine Augustin Parmentier, Montdidier, 17 de agosto de 1737 - París, 17 de diciembre de 1813 - fue un agrónomo, naturalista, nutricionista e higienista), el que trajo la papa, ignorada en la India, á las poblaciones de la Europa, para que sir­viera de sustento, barato y fuerte, á las muchedumbres acosadas por el hambre.
No, la nueva ciudad debe situarse sobre una tierra ya fraccionada, ya dividida, ya fecundada con la labor del hombre, que ama el suelo y se liga á sus productos.
Quilmes se encuentra en esas condiciones; y como si hasta en sus ínfimos detalles quisiese probar su escelencia (sic), la papa de Quilmes tiene en los mercados un precio más alto que la de cualquier otro punto de la Provincia.
El partido de QUILMES es pequeño, en su estención (sic) y, sin embargo, su tierra está tan subdividida, que no hay persona, no hay señor, que pudiera pesar en el desarro­llo futuro de aquella comarca. Todos sus numerosos propietarios tienen interés personal y directo en multiplicar los elementos de su riqueza privada, de manera que, el día en que la Capital allí se instalase, todos ellos serian los más fervientes obreros del adelanto de la nueva ciudad.
En una estensión (sic) que apenas se dilata al Sud en ocho leguas y dos al Oeste, Quilmes tiene mil trescientos se­senta propietarios que pagan contribución directa.
La subdivisión de la tierra se ha hecho allí de tal manera, que bastará un pequeño impulso para que los propietarios se multipliquen y cien mil habitantes for­men la base de la nueva ciudad. ¡4360 propietarios, representan cinco mil familias!
- X - 
En el desenvolvimiento futuro de los acontecimientos de América, la ciudad de Buenos Aires tiene que desem­peñar un papel sumamente importante. Las poblaciones que, como ella, se encuentran situa­das á la margen de grandes ríos, tienen oculto, entre las brumas del porvenir, un destino grandioso, semejante á las predestinaciones, que se realizan en un día indeterminado.
La Capital de la Provincia de Buenos Aires, cuando estaba sujeta á la jurisdicción provincial, era una encar­nación bisexa, que reconocía muchas fuentes de rápido desarrollo; pero también muchas rémoras que detenían su progreso.
El localismo porteño era combatido por el egoísmo provinciano y las fuerzas poderosas de la Nación Argentina, perdiéndose y dilatándose en todos los ámbitos de la Nación, no se concentraron en Buenos Aires, tal vez por temor de dar demasiada grandeza á una simple Ca­pital de Provincia.
Hoy las circunstancias han cambiado. Buenos Aires es la Capital de la República Argentina; y los que ama­mos esta tierra, en su unidad nacional, sin pequeñas di­visiones geográficas antagónicas, tenemos que desear y aspirar, que la Capital de la República Argentina, llene la alta misión que el destino le ha señalado en el porve­nir de America.
Dupuy dice que las rejiones (sic) templadas “tienen mayor población que los climas glaciales ó tórridos”; y Buenos Aires, que debe su nombre á la escelencia (sic) de su clima, tiene que ser una ciudad de inmensa, población.
La atracción de los grandes centros es siempre pode­rosa; y la Capital actual de la República Argentina, es­tá señalada, por su posision (sic) geográfica, por sus propios elementos de engrandecimiento, por el rápido crecimien­to de su población, á ejercer una influencia decisiva en gran parte de la América Latina.
Bolivia, Brasil, Paraguay, y República Oriental, tienen que buscar forzosamente el apoyo de la gran ciudad porque la opinión y la fuerza de la República Argentina, serán siempre gobernadas por el sentimiento de su Ca­pital.
Dueño del Atlántico, y con tendencias sinceras á con­solidar su organización, la República Argentina tiene que aventajar los progresos de todas sus limítrofes. El Brasil es un imperio demasiado vasto para que conserve su integridad después de la muerte de Pedro II. La idea y el ejemplo republicano de sus vecinos, en­cendió en Rio Grande la tea revolucionaria, que ha comu­nicado el incendio hasta las lejanas Provincias del Norte Brasilero. El día en que el monarca amado por su ilustración y su benevolencia, desaparezca, las muche­dumbres del Brasil se sentirán influenciadas por los prestigios de la forma republicana, y no se conformarán fácilmente con el gobierno del Príncipe d‘Eu, esposo de la Princesa Imperial.
Guillermo d' Orange, que funda una dinastía en Ingla­terra, tenia á su espalda sus grandes hechos en defensa de su Holanda valerosa. Pero, el Principe d‘Eu no tiene, para los brasileros ni siquiera el prestigio de una raza reinante. Descendiente de reyes, sus antepasados y sus coetáneos están desterrados del trono y cuando la revolución re­publicana no les persigue, los monarcas celosos les obligan á espatriarse (sic)
En tanto, pues, que la República Argentina consolide sus fuerzas y sus elementos de poder y de riqueza; en tanto que la ciudad de Buenos Aires se engrandezca, por los medios de los elementos que la Nación acumule en su seno, reconociéndola como su indisputable centro cientí­fico, financiero y político, en tanto, en fin, que el tiempo hace su obra cruel y fatal, destruyendo emperadores é imperios, la Capital de la República seguirá estendien­do (sic) su influencia sobre sus limítrofes.
No se trata por ahora, de reconstruir el Virreinato de la Plata. Se trata de afianzar los límites actuales de la patria, obligando á los vecinos á respetarlos y conservar­los por interés propio. Como el Brasil, el Paraguay, Bolivia y la República Oriental, necesitan fomentar el desarrollo material y mo­ral de la ciudad de Buenos Aires.
Somos su refugio y su aliado, en los días del destierro y de la lucha por la libertad. Es en el seno de nuestra gran ciudad donde sus esta­distas y sus escritores perseguidos, protestan contra las traiciones y contra las tiranías de sus patrias.
Somos nosotros, quienes vinculados á la América por el sentimiento de la fraternidad, nos asociamos á sus protestas, compartimos sus sentimientos y confundimos nuestros esfuerzos y nuestras preces con todas sus gran­des causas.                              Jamás hemos sido para ellos, un estraño (sic). Siempre nos miraron como al jefe de la familia, que no tiene de­recho de mezclarse en las querellas de su hogar emancipado; pero á quien deben consultar y de quien deben esperar mucho, en los días de la tribulación y de la desgracia.
Pero, en esos instantes supremos en que las almas se comunican sus aspiraciones y sus desfallecimientos; en esas horas eternas en que la esperanza se esfuerza por sostener al desaliento, ninguno de nuestros vecinos in­ternacionales piensa en la República. Todos se ocupan solo de Buenos Aires.
Es la Europa preocupada de París, sin detenerse á pensarlo que opinará la Francia. Y esta atracción poderosísima del centralismo de Buenos Aires, debe detenernos á reflexionar á los que, amando tanto a la República Argentina, tenemos empeño que el nombre y la influencia de la Provincia de Buenos Aires no desaparezcan.
Para el envidioso dominador del Pacífico, la Argentina es solo Buenos Aires. Nosotros necesitarnos hacer que para los Argentinos, Buenos Aires exista como Capital internacional;  necesitamos prestarle todo el concurso de nuestra vida y de fuerza, para que su poder crezca con la rapidez asombrosa de Brooklyn y de Chicago. […] necesitamos también ayudar su influencia, con el engrandecimiento del territorio que nos queda bajo dominio y la jurisdicción provincial.
Es menester aunar todos los esfuerzos porteños para la Provincia una Capital capaz de ser una gran en pocos años.
[…] poblacion aumentada día á día, debe preocupar de una manera especial, pero es forzoso reconocer a la poblacion no puede hacerse por medios artificia ni por halagos de promesas imposibles.
[…] se colocase la capital en cualquier punto lejano del interior de la Provincia, la población no acorrería á  […] como hoy no acorre la inmigración á nuestras Provincias interiores. La progresión creciente de nuestras poblaciones litorales no está en proporción con el crecimiento de las posiciones mediterráneas.
QUILMES podría desarrollar sus elementos de engran­decimiento en un grado que no guardaría relación con punto cualquiera de la Provincia, pero hay motivos especiales para ello, motivos que toman su origen en la situación actual de aquel punto. Para el crecimiento rápido de las poblaciones, es elemento indispensable, la comodidad de la vida, la sociabilidad, diremos así, que reúnen las familias y […] los elementos del progreso.
En el curso de estos escritos, hemos hablado alguna vez de la influencia que esos accidentes ejercen sobre las ciudades y hemos declarado que pensamos que, en nuestra época, no es posible improvisar, en las nuevas capitales, una sociedad cosmopolita y heterogénea, sin oponerse á la esplotación (sic) de los aventureros.
QUILMES tiene, sobre todas las demás agrupaciones existentes una ventaja indisputable. Su base de población tiene escritos los orígenes de las principales familias de Buenos Aires. Primera Reducción en la historia de la conquista de esta parte de América, tienen allí también su asiento las primeras familias que después sirvieron para poblar á Buenos Aires.
Parage (sic) de recreo y de paseo, en las épocas de calor, QUILMES puede fácilmente convertirse en un lugar vera­niego, en una ciudad de engrandecimiento creciente, con verdaderas fuentes de población entre las familias de sus antiguos moradores.
La manera como la propiedad está allí dividida, el número de habitaciones y de hogares construidos, su […] misma de esta ciudad y, en una palabra, to­dos los elementos propios de que hoy ya dispone QUILMES, autorizan á fundar grandes esperanzas en su desarrollo rápido.
Y, para la misma Capital de la República, el engrandecimiento de QUILMES, sería una ventaja. Si una gran ciudad se alzase á tan corta distancia de la ciudad de Buenos Aires, la influencia que esta tiene que ejercer so­bre los destinos de América, seria natural y Iónicamente aumentada; porque el poder material y moral de la Ca­pital de la República, se sentirían multiplicados por el poder material y moral de la vecina Capital de la Pro­vincia.
QUILMES, por las tradiciones de su propia población, atraería inmediatamente á su seno, si fuese designada como Capital, inmenso húmero de nuevos pobladores; porque ya tienen arraigo allí gran número de familias que hoy se encuentran en Buenos Aires.
Desde sus primeros pasos, la nueva Capital en QUILMES, tendría hábitos de ciudad; porque, constituida ella con los mismos elementos de la sociedad porteña, no ha­bría cambio violento de costumbres sociales, sino que por el contrario, aquella población sería solo una conti­nuación de esta, sociolójicamente (sic) hablando.
Y como no habría facilidades de comunicaciones du­rante la noche, entre la Capital de la República y QUILMES si fuese Capital de la Provincia; el resultado forzoso seria hacer, en esta última, cómoda y agradable la vida de pueblo, por medio de la organización de centros so­ciales, teatros, clubs, etc., todo lo que serviría para fomentar el rápido crecimiento de la nueva población.
Llevadas á QUILMES las autoridades y oficinas públi­cas de la Provincia, desde su instalación tendrían fáci­les elementos de gobierno y de acción, no solo por el número de familias y hombres competentes que se insta­larían definitivamente allí, sino porque hoy mismo QUIL­MES tiene, entre sus actuales propietarios y pobladores vecinos capaces de ocupar cualquier puesto en una ad­ministración regular y honrada.
No es necesario tener profundos conocimientos, para afirmar .que, en los intereses positivos de la Provincia de Buenos Aires, está el fomentar el más creciente desar­rollo de su nueva Capital. La influencia política de Buenos Aires, como Provincia, depende esclusivamente (sic) de su importancia material en el porvenir; y no hay gran importancia posible, sin que un centro poderoso sirva de núcleo á todas las manifestaciones de la inte­ligencia, de la riqueza y de la política.
Ese núcleo no ha de formarse en pocos añas, si la Capital que se elija no tiene de antemano, alguna base tradicional de población permanente. Para esto, no basta que exista un número, más ó menos grande, de pobladores; es menester que esos pobladores, sean de aquellos que, teniendo vínculos directos y actuales con la ciudad de Buenos Aires, atraigan á la nueva capital, con sus familias, los actuales hábitos sociales de esta capital.
Sería muy fácil encontrar en cualquier rumbo de la provincia, una reunión de vecinos, capaz de servir de núcleo á una población floreciente; pero no es fácil en­contrar, ya preparado, el núcleo de pobladores necesa­rio para hacer una gran ciudad.
Chivilcoy, con su población actual, tiene más habitantes que QUILMES; pero Chivilcoy ha atraído ya á su seno todos los pobladores que, de cualquier manera, tengan vínculos con los vecinos de aquel punto. No hay lazos directos, sino muy insignificantes, entre las familias de Chivilcoy y las familias de Buenos Aires. Las costumbres sociales de Chivilcoy, son distintas de las de Buenos Aires, y habría gran trabajo en hacer per­der los hábitos de aldea, á los que tienen por misión fundar una gran ciudad.
En cambio, en QUILMES, con menos pobladores que Chivilcoy, hay ya hecho y arraigado en el seno de las familias, todo lo que produce en Buenos Aires el confort y la comodidad de la vida; á tal estremo (sic) que las cos­tumbres sociales de aquel punto son tan iguales á la de esta ciudad, que los viajeros que de aquí van, tienen que ir prevenidos de que no van á un pueblo de campo, sino á una sociedad tan lujosa, tan ilustrada y tan sujeta á las exigencias (sic) del savoir vivre como Buenos Aires mismo.
Allí hay elementos de engrandecimiento, porque QUILMES ha sido fundado con los mismos elementos de Bue­nos Aires y entre los pueblos, como entre los hombres el desarrollo futuro puede conocerse desde la cuna. Hércules nació con doble musculatura
 (CONTINÚA EN LA SIGUIENTE NOTA – CAP. XI y XII) 
Digitalización, escaneo y configuración Prof. Chalo Agnelli
Gentileza del Prof. Claudio Schbib
Asociación Historiadores Los Quilmeros
Biblioteca Popular Pedro Goyena
Quilmes, agosto 2016
“QUILMES 10 AÑOS”

BIBLIOGRAFÍA PARA CONSULTAR 
Craviotto, José A. (1966) “Quilmes a través de los años”. Ed. Municipalidad de Quilmes.
Salmerón, Luis Arturo. “La Gran Hambruna irlandesa, 1845-1849”. https://relatosehistorias.mx 
Trujillo, Juana. “Breve historia de Antoine Augustin Parmentier y la patata” https://www.directoalpaladar.com 
Varela, Luis V.: (1877) “Debates de la Convención constituyente de Buenos Aires 1870-1873”. Publicación Oficial. Hecha bajo la dirección del convencional Luis V. Varela. Bs. As., La Tribuna, 1877. 2 Tomos 
Ver en EL QUILMERO del lunes, 17 de octubre de 2011, “William Wheelwright y una excursión fluvial por el Rio de La Plata hasta Ensenada”



No hay comentarios: