martes, 9 de junio de 2020

RECUPERAR A HUDSON Y LA DEUDA AMBIENTAL (COLABORACIÓN)

Recientemente el 5 de junio, en medio de una cruenta pandemia “globalizada”, se recordó el Día Mundial del Medio Ambiente y la Mgr. María Rosa Mariani, ajustada hudsoniana, nos trajo esta página “Recuperar a Guillermo Enrique Hudson para Saldar la Deuda Ambiental”, que EL QUILMERO, también como consecuente hudsoniana, recupera y difunde para intentar una vez más cierta conciencia ambiental que nos haga dignos del planeta que habitamos, al cual tenemos tan poco en cuenta cuando tiramos la basura, cuando quemamos la vegetación en campos y bosques, cuando castigamos el ojo humano con agresiones publicitarias en calles, caminos y rutas; cuando hacemos uso excesivo de vehículos a gasolina o diesel; cuando descuidamos el destino de plástico y de residuos no biodegradables, etcétera, etc… CHALO AGNELLI

Poco tiempo después del anuncio que la deuda más grande del mundo, que  es sin dudas la ambiental, entrara en default, recordar a Guillermo Enrique Hudson, precursor del ambientalismo moderno, resulta casi obligatorio.

El legado del destacado naturalista de campo que incursionó en la filosofía de la naturaleza para situarse en una posición ética de acercamiento a todos los seres que pueblan el universo, es una invitación a examinar el presente con miras a futuro.

Pasajes de su obra muestran a ese adelantado a su tiempo que ya en “Un Naturalista en el Plata” (1892), alertaba: “Durante los últimos años, se ha hablado mucho sobre de los profundos cambios que se están produciendo en la flora y fauna de las regiones templadas del globo. Si estos cambios se toman meramente como una evidencia del progreso material, deben ser motivo de regocijo para aquellos que están satisfechos y más que satisfechos con nuestro  sistema de civilización o método de superar la naturaleza por la remoción de todos los obstáculos ante el incontrolado aumento de nuestra propia especie. …  Frente a esta oleada de cambios que con tanta celeridad están ahora arrasando el viejo sistema, con todas las bellezas y dones que poseía, quizá fuera oportuno, en este momento, realizar una rápida revista desde el punto de vista del naturalista, de esa gran planicie tal como fuera antes de… “que el planeta comenzara  a vivir en deuda con la madre naturaleza.

Momentos en que organizaciones mundiales como Global Footprint Network anuncian que el deterioro ambiental se está acelerando ya que el "Día del Sobregiro Ambiental"  (Earth Overshoot Day) se adelanta año tras año, invitan a sumar árboles en memoria del Naturalista quilmeño. Tal vez un Tarumá o Espino de Bañado (Citharexylum montevidense), el árbol sin nombre al que se supone se refiere en el Capítulo 1 de Allá Lejos y Hace Tiempo, su autobiografía; invitará a leer su obra y “hacerse amigo de Hudson”, un autor que más que lectores hace amigos. Deleitarse con su poética prosa en los relatos de la historia no oficial y su exaltación de la naturaleza cuando decía: “Además de los famosos veinticinco ombúes, crecía allí otro árbol de diferente especie, que se levantaba cerca de la casa, siendo conocido por el vecindario con la denominación de "El Árbol", habiéndosele dado tan pomposo título, porque resultaba ser el único de su clase en aquella parte del país. Afirmaban nuestros vecinos criollos su condición de solo en su especie en el mundo. Era un viejo árbol, grande y lindo, de corteza blanca, largas y suaves espinas del mismo color, y permanente follaje verde obscuro. Florecía en noviembre — que es allí, un mes tan caluroso como el de julio en Inglaterra — y se cubría entonces con borlas de diminutas flores como de cera color paja pálido y de maravillosa fragancia, que las suaves brisas del verano llevaban en sus alas a muchas leguas, enterando su aroma a los vecinos, de que la estación florida había llegado al "árbol" que tanto admiraban, haciéndolos venir a nuestra casa a pedir una rama para llevársela y con ella perfumar sus humildes viviendas”.

Honrar su figura recuperando el legado en su prolífica obra,  no solo reforzará nuestra identidad local sino contribuirá a la reducción de la huella ecológica (consumo de recursos ambientales) y ayudará a mejorar nuestra "biocapacidad" (la capacidad de mantener y renovar nuestros recursos naturales) garantizando a las nuevas generaciones un futuro sostenible. Mgr. María Rosa Mariani

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