sábado, 11 de diciembre de 2021

BAGLEY, LA HESPERIDINA Y BERNAL (PARTE 1) POR ALEJANDRO GIBAUT


En estos días en que la "Casa Bagley" de nuestra ciudad ha estado en el candelero, y próximos a cumplirse 157 años de la aparición comercial de la Hesperidina, recordemos (y mejoremos) esta historia en dos partes que publicamos hace unos años.

En una reciente publicación en su excelente blog "EL QUILMERO", Chalo Agnelli nos desasna con una gran frase que el brillante Eduardo Wilde escribiera allá por 1888: "Toda situación tiene una historia y una leyenda. La historia se encarga de repetir la verdad; la leyenda se encarga de desfigurar la verdad, haciendo aparecer muchas veces pedazos de la historia adornados con invenciones seductoras. Lo que el pueblo conserva es casi siempre la leyenda, porque su espíritu se aficiona más a la ficción que a la realidad”.

  Sede de la empresa Bagley en la Avenida Montes de Oca al 100, en el barrio de Barracas en la CABA. (Wilkipedia)
Bagley y Bernal, Bernal y la Hesperidina. He aquí un ejemplo. La leyenda cuenta que esa bebida, primera patente otorgada en nuestro país, fue creada en nuestro pueblo. La misma empresa hizo propia esta historia, convirtiéndola en versión oficial: “Bagley comenzó a planificar su propia revolución industrial. Las naranjas que crecían en el jardín de su casona en Bernal se convirtieron en el ingrediente perfecto para el brebaje que tenía en mente” cuentan en el libro “Bagley: 150 años. Una historia de marcas imborrables”, que la empresa publicó en 2014. Pero… ¿fue realmente así? ¿Bernal tuvo que ver con la creación de la Hesperidina y el inicio de la empresa Bagley?

Melville Sewell Bagley nació en Bangor, Estados Unidos, el 10 de julio de 1838. Bangor, hoy una ciudad, era entonces un pequeño pueblo de leñadores y aserraderos ubicado en el estado de Maine. El inquieto Melville, sin embargo, no pensaba pasarse su vida en el negocio de la madera y cuando tenía poco más de 20 años partió de allí hacia el sudoeste, recalando en Nueva Orleans. Y Nueva Orleans influiría notablemente al joven Bagley: en esos años se había convertido en la cuna del bitter americano, nombre dado a la mezcla de bebidas alcohólicas con hierbas o cortezas. Esa mezcla no era ninguna novedad, pero sí la forma en que se tomaba en Nueva Orleans, en bares o en boticas, mientras se discutía sobre política y novedades locales. Desde la aparición del bitter de Peycheaud apenas diez años antes, la ciudad había adoptado esa costumbre a ritmo acelerado. Nuestro amigo Melville llegaba justo a tiempo para absorber toda esa experiencia.

Introducción al trabajo del farmacéutico francés Lebreton publicado en el “Journal de pharmacie et des sciences accesoires” de 1828. Traducción del francés original: “El Sr. Robiquet lee la nota enviada por el Sr. Lebreton de Angers, sobre el análisis de los cítricos y la forma de obtener la nueva sustancia que ha designado bajo el nombre de Hesperidina. Remitido al Comité Editorial.”


Primer aviso publicitario anunciando la Hesperidina aparecido en el periódico “La Tribuna” del 23 de octubre de 1864.


Pero poco duró la estancia de Bagley en la ciudad. En abril de 1861 había comenzado la Guerra de Secesión y ser norteño en territorio confederado no era lo más aconsejable. En 1862 se embarcó con destino a una ciudad ubicada bien al sur del continente. ¿Por qué eligió Buenos Aires, que lo llevó a llegar a nuestro país? La respuesta es una incógnita, pero aquí arribó y pronto consiguió trabajo en la droguería “La Estrella”, propiedad de los acaudalados hermanos Demarchi. Y lo más importante: traía consigo la idea de un bitter como los que había probado en las boticas de Nueva Orleans, una bebida en base a naranjas. Los Demarchi no eran de dejar pasar oportunidades comerciales, por lo que no dudaron en financiar la idea del norteamericano.

Primer aviso publicitario con el producto ya lanzado, aparecido en el periódico “La Tribuna” el 25 de diciembre de 1864. Notar la lista de cafés y droguerías donde podía conseguirse la bebida.


Las farmacias de esa época solían actualizarse con la revista francesa “Journal de Pharmacie et des Sciences Accesoires”.

En 1828 un boticario francés de apellido Lebreton había publicado en ella un experimento mediante el cual había descubierto en los cítricos una sustancia cristalina de sabor amargo a la que bautizó con el nombre de Hesperidina. No parece fuera de lugar suponer que en su trabajo en “La Estrella” Melville haya tomado contacto con ese artículo y de allí haya sacado la idea para bautizar su creación, una bebida hecha con cáscaras de naranja, agua de azahar, manzanilla y hierbas importadas, todo ello macerado en alcohol, agua y azúcar. Una receta simple pero efectiva que tomaría a Buenos Aires por sorpresa.

Farmacia “La Estrella” en su primera ubicación de Defensa 181, CABA. Foto: extraída del libro “Tozuda industria nacional”, de Bruno Pedro De Alto
Si no vamos a concederle originalidad a Bagley en su creación, al menos sí debemos hacerlo en cuanto a su habilidad comercial. Desde octubre de 1864 comenzaron a llenarse las paredes de la ciudad de carteles con la leyenda “La Hesperidina vendrá”, una mala traducción del inglés “Hesperidina is coming” que, suponemos, debe haber sido la frase original elegida por su creador. La idea era llamar la atención, y ciertamente la campaña lo logró. “La curiosidad pública está fija en unos letreros que en cada acera y en cada parte han aparecido, de la noche a la mañana. ¡Hesperidina! ¿Qué es ese secreto?”, decía el periódico “La Tribuna” del 21 de octubre de ese año. Y a pesar de que “nada más quieren decir los estravagantes (sic) yankees que preparan la bolsa (…)”, el periódico nos informaba que la Hesperidina era un líquido combustible, “un aceite que se dice ser más barato y tan bueno ó mejor que el kerosene (…) ¡Qué venga cuanto antes, si es un progreso!”. El 24 de diciembre de 1864, finalmente, se reveló el secreto: “Al fin se despejó la incógnita (…) Los y las nerviosas del estómago, cabeza, intestinos y corazón, acudan al Bitter Estomacal de corteza de naranja amarga que se llama Hesperidina. Se sirve en algunos cafés.”, nos contó “La Tribuna”. Y al día siguiente nombraba las cualidades de la bebida, según el prospecto que se había repartido en la ciudad: “Esta bebida de nuevo género es un tónico por escelencia (sic); el específico -según el inventor- más seguro contra las afecciones nerviosas del estómago, cabeza, intestinos y corazón; un remedio pronto, eficaz y agradable, para la cura de la dispepsia, indigestión, flato, estreñimiento, cólicos, diarrea, disenteria, flujo, clorosis y ataques nerviosos. Estimula y entona el sistema nervioso. Promueve las saludables secreciones del cuerpo.” ¿Parece mucho, verdad? También lo parecía entonces: “Si todo esto…… non é vero, é ben trovato” terminaba el artículo.

La bebida fue un éxito y para 1876 la fábrica, ubicada en Maipú y Paraguay, producía 7000 litros diarios, envasando 720 botellas por hora. Conseguir las botellas había sido todo un problema: no había en Buenos Aires un proveedor que pudiera abastecer semejante cantidad. Bagley tuvo que importarlas desde Inglaterra, tomando como modelo una botella de tipo barril a imitación de las que se usaban en Estados Unidos para envasar los bitters. Otro problema al que tuvo que enfrentarse fueron las copias: hubo tantas imitaciones que Bagley tuvo que llevar a varias de ellas a juicio, además de encargar las etiquetas para el envase de su bebida a la American Bank Note Company, empresa norteamericana que se encargaba de la impresión de todo tipo de comprobante que necesitara papel de seguridad especial. Finalmente, con el apoyo de sus socios los Demarchi logró que el gobierno de Nicolás Avellaneda cree el Registro de Marcas, del cual LA HESPERIDINA fue la NÚMERO 1.

Julio de 1873: los hermanos Pirsi son llevados a juicio por elaborar una bebida imitación a la Hesperidina. Periódico "El Progreso" de Quilmes

Los Demarchi eran los fundadores del Banco de Italia y Rio de la Plata con el cual habían financiado a la provincia en 1873, grandes benefactores y directores del Museo de Buenos Aires y también proveedores del estado a través de su droguería: no les faltaban contactos e influencias en las altas esferas como para apoyar a su inversión y protegerla intelectualmente. Fueron también los que lograron que el gobierno eximiera de impuestos a Bagley para importar las fábricas con las que arrancó la producción de galletitas. Y serían fundamentales para la instalación de la misma en Barracas en 1891.

Familia Bagley en 1879. De izquierda a derecha: Daisy Ethel, Melville Sewell Bagley, María, Mabel, Edith María Amelia (parada), Julia Walker (sentada), Mary Jane Hamilton y Lucia Gertrude. Faltan Sarah Emma, quien había fallecido antes de cumplir el año de edad, y Melville Jr., quien nacería al año siguiente. Foto: blog “Rufina Cambaceres: de la leyenda a la verdad


Pero para ese año don Melville ya había fallecido. Casado en 1866 con la inglesa Mary Jane Hamilton y padre de ocho hijos, murió de apoplejía el 14 de julio de 1880 con 42 años recién cumplidos. La Bagley, que continuó su expansión hasta cerrar en 2004 y quedar solo como marca de Arcor, continuó produciendo la Hesperidina hasta ese año. En 2006 la marca, aquella por la que Melville Bagley tanto luchó y logró registrar, fue comprada por la bodega Tres Blasones y en 2018 transferida a la bodega Cepas Argentinas. Una marca que en estos días cumple 155 años y que, según la historia oficial de la empresa, nació en Bernal. Pero… ¿nació en Bernal? Intentaremos develar ese mito en la segunda parte.

Tumba de Melville Sewell Bagley en el Cementerio Británico de la ciudad de Buenos Aires. Foto del autor.


Texto y fotos Alejandro Gibaut

De su Facebook “Bernal, su historia y su gente”

Miembro de la Comisión Coordinadora de la Junta de Estudios Históricos de Quilmes y de la Asociación Historiadores Los Quilmeros.

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